Desde lo más profundo de la fe y el amor por las tradiciones, nace un legado que ha trascendido generaciones. Hace muchos años, un joven de tan solo 16 años, Juan Quiroz Sotomayor, emprendió un camino de devoción que marcaría para siempre a su familia y a su comunidad. Con paso firme y el corazón entregado, inició la procesión del santo sepulcro de la iglesia Señor de la Caña en Arequipa, no solo como un acto de fe, sino como un vínculo eterno entre el cielo y la tierra, entre el pasado y el presente.
A lo largo de sus 94 años de vida, su fervor y compromiso se convirtieron en un faro para sus hijos, nietos y bisnietos, quienes, con orgullo y amor, han tomado la estafeta de esta sagrada tradición. Hoy, cada paso en la procesión no solo honra a nuestro Señor, sino que también honra la memoria de un hombre que hizo de su fe un legado inmortal.
Así, generación tras generación, seguimos recorriendo el mismo sendero, llevando en nuestras manos la antorcha de la devoción y en nuestros corazones la herencia inquebrantable de nuestro querido Juan Quiroz Sotomayor.