🛠️ El tío Pedro y el llamado del Jueves Santo

El tío Pedro, esposo de la tía Lucha Quiroz —la hija menor del papá Juan—, abrazó con profundo cariño y devoción la tradición de la familia. Desde el momento en que se unió a ella, vivió cada Semana Santa con el mismo fervor y compromiso que los demás, convirtiéndose en un pilar silencioso pero fundamental de esas celebraciones.

Desde que asumió ese compromiso, lo hizo con el alma. Para él, no era solo ayudar… era honrar una herencia, continuar un legado. Por eso, cada año, una semana antes de Semana Santa, tomaba su teléfono y comenzaba a llamar, uno por uno, a todos los sobrinos:
"Hijito, este Jueves Santo los espero temprano, no se me vayan a atrasar, que hay mucho que hacer..."

Su voz era firme, pero cargada de ternura. Quería que todos estuviéramos allí, en su casa, lo más temprano posible. Nos esperaba con las herramientas ordenadas, como él era: meticuloso, puntual, entregado. Nada se le escapaba. El armado de las andas no era solo un trabajo físico, era un acto de amor y preparación espiritual. Cada clavo, cada tabla, cada cinta… tenía sentido, tenía alma.

El tío Pedro era así: un hombre silencioso pero lleno de fuerza interior. Su entrega y puntualidad eran su forma de decir: "Esto es importante. Esto es sagrado." Y cada Jueves Santo, con sus manos firmes y su corazón encendido, nos guiaba una vez más a ser parte viva de esa tradición que aún late en todos nosotros.