🏡 Los domingos en casa de la tía Indalecia

Los domingos tenían un significado especial en la casa de mi tía Indalecia, la hermana mayor de los hijos de Don Juan Quiroz. Desde muy joven, ella asumió el rol de segunda madre, cuidando con dedicación a sus hermanos menores. Incluso después de casarse y formar su propia familia, nunca dejó de lado ese lazo profundo que la unía con los suyos.

Durante muchos años, los domingos fueron sinónimo de reunión familiar. La casa de la tía Indalecia se llenaba de risas, anécdotas y el bullicio alegre de los hermanos Quiroz, el papá Juan, y todos sus descendientes. Era una tradición que fortalecía los lazos, un espacio donde el amor familiar se servía junto con el almuerzo. Nadie faltaba, porque estar ahí no era una obligación, era un privilegio. Era sentirse parte de algo más grande: una familia unida por el cariño, el respeto y la memoria de quienes sembraron esas raíces.

Y en medio de esa calidez, había un aroma especial que marcaba la llegada del mediodía: el delicioso olor a comida casera. Era la tía Julia, hermana de Indalecia, quien se encargaba de cocinar, y siempre estaba acompañada por Dorita, con quien hacía un equipo entrañable en la cocina. Juntas preparaban los platos con paciencia y esmero, sabiendo que no solo alimentaban cuerpos, sino también corazones. Cada comida era una muestra de amor, un recuerdo que se quedó grabado en todos los que tuvieron la suerte de sentarse a esa mesa.